No intentes callarla, aprende a escucharla
En una de mis sesiones con un cliente, empezó a hablarme de esa parte interna que, según él, siempre lo saboteaba. Me decía que lo detenía en momentos clave, que le llenaba la cabeza de dudas justo cuando necesitaba avanzar.
La primera vez que lo escuché, sonaba como un enemigo interno, y lo curioso es que él mismo lo describía así, como si cargara con alguien que estaba en su contra.
Pero conforme fueron avanzando las sesiones, pasó algo diferente, empezamos a mirar más de cerca esa voz y nos dimos cuenta de que no todo era tan blanco o negro. Sí, lo frenaba, pero también lo había impulsado en otras etapas de su vida. Sí, lo llenaba de miedo, pero también lo mantenía alerta, lo curioso es que incluso reconocía que gracias a esa dinámica había logrado cosas que le gustaban: ser disciplinado, exigirse más, alcanzar metas que no hubiera logrado de otra manera.
Ahí estaba la dualidad, por un lado lo estresaba, y por el otro le daba seguridad, el yin y yang. Esa ambivalencia lo tenía atrapado, como si no supiera si debía agradecer o pelear con esa parte de sí mismo.
Ese fue el gran cambio, descubrir que no se trataba de eliminar esa voz ni de convertirla en enemiga, sino de entenderla, darle identidad (incluso nombrarla), reconocer su origen y el rol que había jugado. Al hacerlo, dejó de pelear contra sí mismo y empezó a usar esa energía de una manera más ligera, con más consciencia.
Lo que entendió es que esa voz nunca había sido su enemiga, sino un copiloto al que necesitaba reubicar, que podía acompañarlo sin tener que estar al volante todo el tiempo.
Y aquí es donde quiero hacer la diferencia clara: la terapia y el coaching no son lo mismo. La terapia te ayuda a mirar hacia atrás, a entender por qué esa voz apareció, a sanar heridas. El coaching, en cambio, se enfoca en el presente y en el futuro, en darte estrategias para usar esa energía de forma más constructiva, en cómo moverte y motivarte hacia adelante sin tanto peso encima, juntas ¡wow! funcionan de maravilla.
Porque al final, se trata de aprender a convivir con todas tus partes, incluso con las que parecen estorbar, no se trata de vivir en conflicto contigo mismo, se trata de reconocer lo que te dieron y al mismo tiempo decidir que tú eres quien lleva el volante.
Y quizá la próxima vez que esa voz aparezca, en lugar de verla como un enemigo, puedas verla como un recordatorio de que ya tienes la fuerza para escoger cómo quieres manejar tu camino.