No todas las personas llegan a tu vida para quedarse. Algunas solo llegan para despertarte…

Hay personas que aparecen en tu vida como un rayo, inesperadamente.
No siempre las ves venir.
Pero dejan una marca profunda en ti.

A veces es un amigo que se cruza en el momento exacto.
Un maestro que te dice una frase que se te queda grabada.
Un compañero de trabajo, un mentor, incluso un desconocido… que te cambia la forma de ver el mundo.

Y luego, sin drama, sin culpa, sin grandes explicaciones… se van o a veces si hay algo de drama, depende de la intensidad.
Y no se van porque no haya conexión, sino porque su papel ya se cumplió.

Y sí, puede doler.
Porque sentías esa química, esa sincronía rara que no pasa todos los días.
Porque hubo confianza, aprendizaje, risas o incluso transformación.
Pero no todo lo valioso dura para siempre.
Y no todo lo que termina fue un fracaso.

Hay personas que llegan con una sola misión:
mostrarte algo,
moverte de lugar,
recordarte quién eres realmente.

Y eso también es amor.
Eso también es presencia, aunque hoy ya no estén cerca.

A veces los ves de vez en cuando o nunca más los vuelves a ver.
A veces solo los recuerdas.
Pero la conexión no se borra.
Porque lo que tocó tu esencia, se queda ahí para siempre.

Así que si piensas en alguien así hoy, no lo reprimas.
Agradece.
Honra lo que fue.
Y sigue creciendo.

Porque hay vínculos que no necesitan durar toda la vida para ser eternos.

Recuerda esas amistades que duran para siempre… aunque no se vean.

No todo vínculo necesita contacto diario para ser real.
Algunas amistades sobreviven al tiempo, a la distancia, a los silencios largos.
Y cuando se reencuentran… es como si nada hubiera pasado.

Estas amistades tienen algo especial:

  • No hay obligación, hay elección.

  • No se mide el cariño en llamadas, sino en la certeza de saber que están.

  • No hay drama por lo que falta, hay gratitud por lo que fue y sigue siendo.

  • Se celebran los éxitos del otro, aunque no estés ahí para verlos todos.

  • El cariño no se desgasta, madura.

Son amistades que respetan el crecimiento personal.
Que entienden los cambios de etapa.
Y que no necesitan presencia constante para seguir siendo.

A veces no hablamos por años.
Y luego un mensaje, una mirada, una conversación basta para reconectar.

Siguiente
Siguiente

Y tú… ¿ya encontraste tu propósito?